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AGPLCB Proyecto Lucanus

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

Lucanus cervus, descripción y biología de la especie

Probablemente se trata de uno de los insectos mas conocidos de la fauna europea por su gran tamaño y su forma fácilmente identificable, su longitud está comprendida entre 22-85 mm. Es el coleóptero ibérico más grande, aunque haya machos de menor talla, al igual que las hembras, que son menores. No obstante, normalmente desarrolladas, superan con frecuencia los 35 mm.

En Europa existen dos subespecies (Baraud, 1993) encontrándose en la península ibérica solamente la especie nominal Lucanus cervus cervus.

Los adultos aparecen desde mayo hasta septiembre, dependiendo de la localidad y la climatología, según la bibliografía el periodo de mayor actividad tiene lugar al caer la tarde, sin embargo es frecuente observar en la especie una frecuente actividad diurna, por lo menos en nuestra latitud.

Tiene el cuerpo alargado, poco convexo y muy característico. De coloración pardo rojiza o negruzca. La cabeza de los machos es enorme, con unas mandíbulas muy desarrolladas que recuerdan a las astas de los ciervos, y cuya función es la de luchar con los otros machos, tratando de derivarlos o voltearlos, por la consecución del derecho a copular con la hembra.

Las mandíbulas de las hembras, mucho más pequeñas, pero más poderosas, cumplen una función diferente, la dieta de los adultos se basa en savia azucarada y fruta madura, mostrando predilección por las ciruelas, esta dieta permite cubrir las elevadas necesidades energéticas de una vida tan apurada. En ocasiones para obtener la savia pueden dañar la corteza de algunos árboles a fin de que brote por la herida, ésto solamente pueden hacerlo las hembras, pues con la transformación de sus mandíbulas los machos han perdido la capacidad de lograrlo.

La fase adulta del insecto tiene como finalidad única la reproducción, siendo su existencia efímera, entre de quince días y un mes, y en contraposición con la prolongada existencia de la fase larvaria, que puede prolongarse de dos a cinco años. Esto nos da una idea del relevante papel ecológico del insecto, que no cabe duda que está en la función que cumple durante la vida larvaria.

Es en la fase adulta, pues son insectos voladores, cuando se produce una dispersión territorial.

Los machos de esta especie llevan a cabo combates por las hembras, para lo cual se valen de las grandes mandíbulas modificadas, con las que tratan de derribar al oponente, esta lucha llevó a la evolución de machos con mayor tamaño corporal y “cornamenta” más adecuada.

De esta manera las hembras se aparean con los machos de mayor talla y mandíbulas más desarrolladas. Se podría decir que toda hembra de Lucanus, desea que sus hijos sean “Los más cornudos de todos” pero, evidentemente, ésta no es la finalidad evolutiva. Un gran macho lo que indica es que la larva ha sido la más eficiente aprovechando los recursos nutricios de la madera, ha obtenido suficientes carbohidratos, proteinas y lípidos para dar lugar a un adulto grande y con enormes cuernos. Pero, ¿esto es realmente siempre así?

Recuerdo una escena de un documental, que ví ya hace tiempo, en la que se veía a dos machos grandes luchando mientras una hembra observaba la escena. De repente aparecía en pantalla un tercer macho, de menor talla, que aprovechando la ocasión copulaba con la hembra, transmitiendo de esta manera sus genes a la siguiente generación. Moraleja; “Tener los cuernos más grandes, lo único que te garantiza es ser el más cornudo”.

Indagando en la bibliografía sobre esto, llevé una interesante sorpresa. No se trata de un hecho aislado, ésta conducta es bastante común y está bien descrita en la bibliografía. Pero, siendo así ¿tiene consecuencias evolutivas? y ¿cuales son éstas?.

Machos “mayor” y “minor”

 

En determinados trabajos se habla de dos líneas diferenciadas de machos, los “mayor” y los “minor”, esto vale para toda la distribución de la especie. En principio se aceptaba que las notables diferencias de tamaño y cornamenta en los machos eran debidas a variaciones en la alimentación o las condiciones de crecimiento durante el desarrollo larvario, parecía la explicación más lógica. Pero a raíz de un mayor conocimiento de la biología de la especie, debido principalmente a la cría y mantenimiento en cautividad, este simplista argumento parecía no sostenerse.

En algunos paises como Japón, las luchas de escarabajos forman parte de la tradición y la cultura popular, estando bien arraigadas, y existiendo bastantes criadores de muchas especies de escarabeidos para satisfacer esta afición. Con el desarrollo de la terrariofilia, en Europa también empezaron a proliferar criadores de insectos y artrópodos para este fin. La reproducción y el mantenimiento en cautividad de las larvas en idénticas condiciones y recibiendo la misma alimentación, daba lugar del mismo modo a machos de distinta apariencia, echando por tierra la teoría inicial. Una alimentación más pobre, influía en la duración de la etapa larvaria, prolongándola más o menos, pero no parecía tener relación con el tamaño final del adulto.

Surgió entonces una nueva teoría basada en una diferenciación o especiación en base a dos estrategias reproductivas diferentes por parte de los machos, mientras unos competían directamente por las hembras en tamaño y fuerza, otros se dedicaban a rondarlas de forma discreta aprovechando el momento adecuado para copular sin necesidad de entablar combate. Esto evidentemente tiene sus ventajas.

Moraleja; “Los cuernos serán importantes, pero también lo es lo que los sostiene”.

Esta estrategia no es única de estos insectos, otros mamíferos, aves e incluso peces, que compiten por el favor de las hembras, muestran en ocasiones conductas similares. Para tratar de aclarar esta teoría se han realizado algunos experimentos utilizando escarabeidos del género Ontophagus, en los que también se observan conductas de este tipo, y los resultados en laboratorio, si bien no son concluyentes, parecen respaldar esta nueva teoría de dos linajes de machos con su componente hereditario.

Puestas en la especie

Las puestas son modestas, de alrededor de veinte huevos de unos 3mm de diámetro, se puede decir que no es una especie muy prolífica, por lo que dificilmente podremos encontrar una plaga de vacalouras. Su ciclo reproductor está adaptado a su modo de vida y a las limitaciones del recurso del que se alimentan, es decir, la madera en avanzado estado de descomposición que se encuentra en el suelo del bosque.

Los huevos los depositan en las grietas de la corteza en la parte inferior del árbol, o en el propio sustrato, en la interface suelo-árbol.

Vida larvaria

Antes de completar su desarrollo y alcanzar su forma adulta, pasan por los estados de larva y de pupa.

La larva se desarrolla principalmente sobre madera en avanzado estado de descomposición de robles y encimas: en definitiva, de la madera desmenuzada y podrida de los Quercus, a pesar de ser bastante generalista y encontrarse también en casi todo tipo de frondosas: hayas, olmos, sauces, fresnos, chopos, alisos, tilos, castaños, moreras, diversos frutales (peral, manzano, cerezo) etc.

Existen citas de Lucanus en pinos e incluso eucaliptos, muy poco creíbles y que seguramente se deban a un error en la identificación, bastante comprensible teniendo en cuenta las dificultades que existen para clasificar las larvas.

Se han llevado a cabo estudios sobre sus preferencias, que si bien no son concluyentes, muestran una clara preferencia por los Quercus, especialmente los de hoja caduca o marcescentes, siendo aparentemente sus especies predilectas al norte, Quercus petraea y Quercus robur, y Quercus pyrenaica en el sistema central.

Su ciclo larvario pude dilatarse en un periodo de dos a cinco años, dependiendo de las condiciones de desarrollo.

Se considera que una larva de un gramo puede consumir alrededor de veinte centimetros cúbicos de madera al día.

La larva es de tipo melolontiforme, como en tantos otros escarabajos xilófagos, distinguiéndose dos grupos de larvas fácilmente identificables. Según se alimenten de madera dura o en descomposición, éstas tienen mandíbulas más o menos desarrolladas, y una presencia o ausencia de patas, pues éstas no son útiles a las larvas que horadan la madera dura, pero si lo son a las que se alimentan de madera degradada o desmenuzada.

Las larvas de Lucánidos son muy similares entre sí, siendo la identificación de la especie, en algunos casos, tarea compleja.

Resulta característico de las larvas de los Lucánidos, el ano en forma de “Y” que con la disposición y tamaño de los tubérculos teguminosos de los órganos estriduladores de las patas, nos permiten identificar, no sin cierta dificultad, la especie o por lo menos el género a que pertenecen.

Tienen generalmente un comportamiento territorial, defienden su espacio vital y su recurso nutricio de otros competidores, existiendo abundantes referencias en la bibliografía a casos de canibalismo entre larvas de escarabajos saproxílicos. Para marcar su territorio y evitar conflictos intraespecíficos, poseen unos órganos estriduladores en las patas, formados por una serie de bultos o nódulos característicos y que son de utilidad en la identificación de la especie. A diferencia de los Lucánidos, las larvas de otros géneros de escarabajos xilófagos presentan los órganos estriduladores en las mandíbulas.

La estridulación consiste en la producción de sonidos mediante fricción, siendo los grillos, en el mundo de los insectos, el ejemplo más conocido.

Este dato es importante a la hora de planificar estructuras artificiales de cría, y responde a la pregunta de cual debe ser el volumen mínimo de madera para estas. La respuesta es más cualitativa que cuantitativa. Cuanto más volumen de madera, mejor.

Pupación

Las larvas, tras completar su desarrollo forman una cápsula aglomerando tierra y restos de madera, hasta que tiene lugar la vivación a finales del otoño, invernado el adulto en el interior, si bien hay autores que señalan que invernan en estado de pupa. Como en tantos aspectos de la biología y ecología de la especie, hay pocos estudios al respecto y muchos de los que hay no son concluyentes.

Capacidad de dispersión

Resulta un dato de vital importancia a la hora de gestionar la especie. Son pocos los estudios que arrojan datos concluyentes al respecto, siendo necesario aumentar el esfuerzo de estudio sobre este aspecto fundamental de su biología. Se considera que la capacidad máxima de dispersión para la especie ronda de 1 a 2 Km ésta se lleva a cabo durante los primeros días de vida en su forma adulta, a medida que va pasando el tiempo, la musculatura de los élitros se va atrofiando, perdiendo la capacidad de volar largos tramos. Un estudio llevado a cabo mediante la utilización de radiotransmisores, mostró una distancia máxima de 200m, si bien desconocemos como estos equipos pudieron afectar a la capacidad de vuelo.

Resulta aceptado que la especie tolera bien la fragmentación de hábitat, siempre que disponga de manchas de bosque. Así en zonas de campiña, donde se suceden cultivos, pastizales, setos y pequeños bosquejos, la especie está presente y parece prosperar sin problema.

Estado de conservación

En general y salvo en determinadas zonas, podemos decir que la especie se encuentra en regresión en gran parte de su área de distribución, debido principalmente a la pérdida de hábitats y a los cambios en los modelos de silvicultura.

La misma suerte corren también otras especies de escarabajos xilófagos y saproxilófagos, constituyendo un grupo muy sensible a la degradación ambiental. (Speight, 1989). Numerosas especies se consideran amenazadas o vulnerables en Europa, incluidos varios representantes de la familia Lucanidae. Las decisiones de conservación deben basarse en la información más sólida posible. El conocimiento detallado de su biología y distribución permite (1) Dar prioridad a áreas y hábitats con mayor diversidad, abundancia o concentración de endemismos o especies amenazadas. Y (2) Evaluar si se ha producido un declive histórico en la distribución de las mismas. (McCarthy, 1998).

Factores de amenaza

La amenaza principal para la especie la constituye la pérdida del hábitat. Aunque se ha ligado esta especie a la presencia de robledales maduros de Quercus robur, en la Península Ibérica se encuentra también en otras especies de Quercus, como Q. pyrenaica y Q. rotundifolia.

En cualquier caso, su dependencia de bosques maduros tampoco está muy clara. También se la encuentra en zonas de campiña, con prados y pequeños bosquejos y setos dispersos, y también en parques urbanos y en manchas de eucaliptal, probablemente debido a la presencia de caducifolias como el Castaño, Castanea sativa, dispersas dentro de esas plantaciones. Todo ello hace pensar que esta especie es bastante resistente tanto a la fragmentación como a la degradación de la calidad del hábitat. Sin embargo, en el Reino Unido, donde la especie persiste en un hábitat de campiña y suburbano (DRAKE, 1994; PERCY et al., 2000) la regresión es notable por lo que la fragmentación de hábitat constituye un peligro real. Se ha citado su limitación altitudinal en los 600 m, (JIRÍ SIMANDL, com. pers. a GTLI) pero esto es manifiestamente falso, al menos en nuestra comunidad.

El efecto perjudicial del coleccionismo se ha mencionado como causa adicional (Sánchez, 1983; Huerta & Rodríguez, 1988; Rodríguez, 1989).

A pesar de no ser una especie incluida en el CITES, en el Reino Unido se ha prohibido su venta (PERCY et al., 2000). Es difícil evaluar la situación en España. Por un lado, el SEPRONA desconoce casos de tráfico de ejemplares de Ciervo Volante (JOSÉ DELGADO, com. Per. a GTLI). Si bien es cierto que existe un mercado sobre la especie de cara al coleccionismo. En que medida ello repercute sobre las poblaciones naturales se desconoce. En la literatura sobre conservación de insectos amenazados,

normalmente se ha considerado despreciable la influencia de la recolección (PYLE et al., 1981) como causa de extinción de especies, incluso a nivel local.

En cualquier caso, podríamos enfrentarnos a un vacío legal en este asunto, dado que el Ciervo Volante no está incluido en el CITES ni goza de ninguna medida de protección.

Por último, las repercusiones negativas de pesticidas o de la mortalidad en carreteras sobre las poblaciones de este escarabajo tampoco han sido estudiadas de modo detallado.

La gestión que se realice de los bosques naturales y de las plantaciones (permanencia de especies frondosas en las plantaciones, quema de sotobosque, retirada de madera muerta) podría determinar la persistencia o extinción local. Este aspecto es importante para la continuidad de la especie debido a la proliferación creciente de plantaciones de especies alóctonas.

Nuestra especie estandarte, significado e importancia

Se conoce como especie estandarte o (flagship species) aquella que se utiliza para representar algún programa especial o una iniciativa de conservación determinada. La especies estandarte permiten llegar con facilidad a la mayor parte de la población, conectando emocionalmente con ella, a fin de ejercer un efecto paraguas sobre determinada comunidad biótica. Son ejemplos de especies estandarte el lince ibérico, el oso panda, el pingüino emperador, etc...

A la hora de elegir una especie como estandarte en un programa o proyecto de conservación, se deben buscar aquellas que, por un lado sean vistas con simpatía por la mayor parte de la gente, no supongan motivo de conflicto con sectores interesados o involucrados, tanto en la población local como en los participantes o entidades participantes en el proyecto, y preferiblemente, desempeñen una función ecológica de relevancia en el ecosistema a conservar.

Para elegir la especie estandarte en este proyecto, se han tenido en cuenta las premisas anteriormente citadas. Tratándose de poner en valor la presencia de madera muerta en el ecosistema forestal y ejercer un efecto paraguas sobre su biocenósis, se decidió que la especie elegida fuera un insecto saproxílico, por la relevancia que estos tienen tanto en la degradación de la madera muerta, como en las redes tróficas del bosque. No resulta sencillo que un insecto pueda desempeñar este papel, siendo pocos los ejemplos de esto. La mayor parte de los insectos xilófagos pertenecen al grupo de los escarabajos, dificultando más si cabe el cumplimiento de los anteriores requisitos, pero no obstante la fortuna juega en este caso a favor, pues nuestros bosques cuentan con la presencia de una especie de escarabajo, Lucanus cervus, conocido como ciervo volante, vacaloura o escornabois (Gal.), perteneciente a la familia Lucanidae, este insecto se encuentra presente en la cultura e imaginario popular, despertando simpatía y curiosidad en pequeños y mayores. A esto contribuye su dieta, a base de madera en avanzado estado de descomposición (Saproxilofagia), el hecho de que sus larvas no se alimenten de madera viva, a diferencia de otros escarabajos xilófagos a los que se conoce también como colonizadores primarios o “xilófagos potencialmente dañinos” hace que no interfieran con los usos antrópicos de este recurso, evitando el rechazo tanto de la población en general, como por parte de los gestores de las explotaciones forestales.

Para que en el monte se encuentre la madera en avanzado estado de descomposición que esta especie requiere, es necesario evidentemente que esta haya pasado antes por otras fases, con lo que protegiendo las necesidades biológicas del ciervo volante, estamos protegiendo a toda la comunidad de saproxílicos del bosque.

Además las preferencias de la especie por árboles planifolios, especialmente los del género Quercus, permite que en las acciones encaminadas a mantener esta especie estandarte en en monte, incidan en la presencia de especies arbóreas autóctonas en el mismo, en detrimento de las especies silvícolas con mayor presencia en la actualidad, lo cual tendría no solamente efectos positivos de cara a la biodiversidad y productividad de los ecosistemas forestales, incluso permitiría un mayor secuestro de CO2 atmosférico por idéntica superficie de monte.

PROYECTO LUCANUS; nuestro proyecto

Introducción

La explotación forestal basada en el monocultivo de especies arbóreas, está causando una enorme pérdida de biodiversidad, la superficie dedicada a estos monocultivos forestales no para de aumentar, haciendo necesario emprender acciones que redirijan este rumbo.

Además de la sustitución de las especies forestales originales por otras especies foráneas objeto de explotación, la ausencia de árboles viejos y la disminución y alteración de la estructura forestal, junto con los cambios en la gestión de la madera muerta en el monte, tanto de árboles muertos como de restos de podas, afecta sobremanera a las redes tróficas de estos ecosistemas.

La madera muerta desempeña un papel muy importante en los ecosistemas forestales, ya

que forma parte de numerosos procesos biogeoquímicos y ecológicos. Es hábitat para

numerosos organismos, constituyendo una fuente de alimento y refugio para invertebrados, aves y mamíferos (HARMON et al., 1986, ESSEEN et al., 1992, SIITONEN, 2000). Por otra parte, forma parte activa del ciclo de energía y nutrientes que se dan en el ecosistema (HARMON et al., 1986), y participa de forma relevante en el ciclo del carbono. Finalmente, diferentes procesos hidrológicos y ecosistémicos requieren y se benefician de la presencia de madera muerta, tales como la regeneración de algunas especies forestales, la formación del suelo y la reducción de la erosión (HARMON et al., 1986).

Descripción del proyecto

Se trata de llevar a cabo un proyecto de educación ambiental con la finalidad de cambiar la mentalidad de una parte de la sociedad en lo referente a la utilización sostenible de los recursos silvícolas, de forma que sea compatible un aprovechamiento de los mismos con la conservación de un ecosistema forestal lo más sano posible. Para ello se utiliza una especie estandarte, a través de la cual se tratará de conectar con la gente a fin de conseguir un efecto paraguas sobre el resto de la biocenosis forestal.

Diseñamos material tratando la problemática de estas explotaciones y sus efectos sobre la vida en los bosques, hilando la historia sobre una especie elegida como punta de lanza, buscando sensibilizar a un espectro lo más amplio posible de población sobre la necesidad de cambiar este modelo de explotación, por otro más compatible con la conservación de los ecosistemas forestales y la fauna que los ocupa.

El bosque es un ecosistema que nos pertenece a todos, a todos nos afecta el deterioro que están sufriendo los ecosistemas forestales debido a un modelo de gestión que prima la rentabilidad económica sobre la compatibilización del aprovechamiento de los recursos que nos ofrece, con la conservación del patrimonio natural y la diversidad biológica que lo ocupa. Todos tenemos la responsabilidad de velar por su conservación.

Con este proyecto tenemos la oportunidad de llevar a cabo una actuación a nivel local, que conecte con las inquietudes inmediatas de los destinatarios, incluyendo no solo aspectos conceptuales y procedimentales sino también actitudinales, y que sirva a su vez para obtener una base experimental que se pueda aplicar después en un contexto territorial más amplio.

Fundamentos ecológicos

Gestión de la madera muerta en explotaciones forestales

La madera muerta presente en los ecosistemas forestales se puede caracterizar de varias formas; en función de su tamaño (longitud y diámetro), según la posición que adopte (tumbada o en pie). HARMON & SEXTON (1996) la clasificaron en función de su tamaño, en madera

muerta fina (diámetro <7,5 cm) y madera muerta gruesa (diámetro ≥7,5 cm) y en función de la posición adoptada, en tres grupos, pies muertos, en pie, o “snags”, árboles o troncos caídos en el suelo o “logs” y los tocones de los árboles que quedan en el ecosistema tras mortalidad natural o aprovechamiento forestal. Un árbol muerto en pie se considera todo árbol muerto cuyo diámetro normal es mayor o igual de 7,5 cm que todavía permanece en pie y un árbol caído en el suelo es todo árbol muerto cuyo diámetro es superior a 7,5 cm, su longitud superior a 1m y descansa sobre el suelo o está suspendido por uno de sus extremos, sin que el ángulo que forma con el suelo llegue a superar los 45º (HARMON & SEXTON, 1996).

La madera muerta también se puede caracterizar por el estado de descomposición que presenta, es decir, en función de la degradación alcanzada hasta ese momento. En la literatura científica se pueden encontrar distintos criterios de clasificación como los de SOLLINGS (1982), GOODBURN & LORIMER (1998) o HARMON et al. (2000).

La cantidad de madera muerta, y su contribución a la biomasa total del ecosistema, varía según distintos factores, como son la edad de la masa forestal, las características dasométricas y el estado de desarrollo (GÓMEZ et al., 2005), la gestión forestal aplicada (LINDER et al., 1997; SIITONEN, 2000), con distintos factores del sitio como la exposición y la pendiente (LINDER et al., 1997), las características climáticas (HARMON & SEXTON,

1996, LINDER et al., 1997) o el régimen de perturbaciones, naturales y antropogénicas (SIITONEN, 2000; KRANKINA et al., 2002).

En los bosques gestionados, la presencia y cantidad de los diferentes tipos de madera muerta depende de las prácticas selvícolas que son realizadas en ellos (GREEN & PETERKEN, 1997; HERRERO et al., 2011). Según la literatura, las masas gestionadas tienen una cantidad mucho menor de madera muerta que las masas no gestionadas (MOUNTFORD, 2002; CHISTENSEN et al., 2005), esto se debe a que, de forma tradicional, se eliminan los árboles muertos o “secos” por riesgo de plagas, enfermedades o incendios. Así, durante siglos, en las masas gestionadas la única madera muerta existente eran los restos de corta, el destaje de copas o los tocones existentes tras las intervenciones. Sin embargo, en la actualidad, se está caminando hacia una gestión más

integral de los ecosistemas forestales, valorando la función ecológica de la madera muerta en los bosques y su relación con el mantenimiento de la biodiversidad, aumentando el interés por mantener unos niveles adecuados tanto en cantidad como en calidad de madera muerta, en distintos estados de descomposición.

Los valores sugeridos por los gestores sobre la cantidad óptima para la sostenibilidad de la gestión forestal varían entre 5 y 10 árboles muertos en pie a preservar por hectárea (HUNTER, 1990).

La presencia de madera muerta en el monte, además de los valores ecológicos que ya mencionamos, puede repercutir económicamente de forma positiva en la explotación de los recursos forestales. Mediante la obtención de certificados de sostenibilidad forestal, se pueden conseguir mejores precios por volumen de madera.

Estado y cantidades de madera muerta en función de las actuaciones forestales

Según las indagaciones, tanto bibliográficas como en trabajo de campo, la porción más importante de madera muerta en una explotación forestal corresponde a los tocones, componente que puede ser valioso para la biodiversidad, pero que pocos autores (BRIN et al., 2008; HERRERO et al., 2010) consideran en sus estudios. Los árboles caídos en el suelo provienen generalmente de derribos por viento, pero en muchas masas recién intervenidas se encuentran restos de corta de grandes dimensiones. Por último, se observa, que la madera muerta en pie apenas tiene representación, la principal razón es que generalmente, la mayor parte de los árboles suprimidos, debilitados y muertos, se extraen cuando se realizan las cortas.

Podemos comprobar que la selvicultura aplicada puede generar importantes diferencias en la cantidad, tamaño, estructura, distribución espacial y estado de descomposición de la madera muerta. En una correcta gestión de una masa forestal, la abundancia y estructura de madera muerta presente debe ser compromiso entre las necesidades de producción de madera y la conservación de la biodiversidad, pues tanto directa como indirectamente, la cantidad de madera muerta está influenciada por el modelo de selvicultura aplicada en estas masas. La gestión forestal debe tener en cuenta la cantidad, tamaño, estructura y distribución de madera muerta en las distintas clases de descomposición que se deja en las explotaciones tras un aprovechamiento forestal. Dentro de la planificación forestal, este objetivo debe estar en equilibrio con los demás para optimizar la productividad del bosque, minimizar los riesgos asociados y fomentar el mantenimiento de la biodiversidad.

Organismos saproxílicos

Se consideran organismos saproxilófagos o saproxílicos, aquellos que, al menos durante una parte de su ciclo vital, viven, se alimentan o dependen de la madera muerta o en diferentes estados de descomposición. En cuanto a la alimentación algunos se alimentan directamente de ella, otros lo hacen de los excrementos de los primeros, de los hongos que la degradan o de sus cuerpos fructíferos, considerándose también saproxílicos a los depredadores de estos organismos.

Dentro de los insectos saproxílicos, los escarabajos juegan un importante papel, considerando que en un ecosistema forestal entre el 20 y el 50% de los escarabajos son saproxílicos. La familia lucanidae, a la que pertenece nuestro ciervo volante tiene alrededor de 1500 representantes en el globo y cuenta con 18 especies en Europa, de las que nueve están presentes en la península ibérica.

La madera como alimento

Pero, ¿porqué alimentarse de madera?, la verdad es que si estuviéramos perdidos en el monte con mucha hambre, lo último que se nos ocurriría comer es madera. La madera es un recurso recalcitrante, no resulta nada apetecible, es difícil de comer y extremadamente complicada de digerir, y además apenas tiene valor nutricional, entonces, ¿porqué elegirlo como alimento, que ventajas aporta?. En primer lugar, resulta un recurso muy abundante en un ecosistema forestal, aquí cobra sentido la famosa frase de la película “Lo que el viento se llevó”; Pongo a Dios por testigo, de que jamás volveré a pasar hambre. Algo así debieron pensar los primeros organismos que se alimentaron de madera, pero alimentarse de ésta, supone conseguir salvar multitud de dificultades. Los primeros en conseguirlo fueron microorganismos, como las bacterias y los hongos, sin embargo, los organismos superiores tenían mucho más complicado alimentarse de este recurso, ¿como lo consiguieron?. La evolución en ocasiones avanza de la forma más sencilla, aprovechando al máximo los logros de los demás. Sería algo parecido a lo que haríamos nosotros ante un problema técnico, iríamos a la oficina de patentes y preguntaríamos si ya hay patentada una solución para dicho problema, y en caso positivo la utilizaríamos. Algo parecido hicieron estos organismos, habilitaron en sus intestinos un espacio para alojar a bacterias y hongos, en una relación simbiótica, los microorganismos tenían a su disposición madera ya masticada, pemitiéndoles desplazarse de un árbol a otro, y los hospedadores podían, de éste modo, alimentarse de un recurso abundante y que tenían vetado.

Alimentarse de madera ofrece la ventaja añadida, de que tu propio alimento te sirve como refugio, tanto frente a los depredadores como a las adversidades climatológicas, es como vivir en la casa de chocolate del cuento infantil, Hansel y Gretel.

Árboles muertos, un ecosistema con multitud de nichos

Los árboles muertos suponen un complejo ecosistema con multitud de nichos, de los que se aprovechan infinidad de especies, algunas durante toda su vida, otras durante una etapa concreta de su ciclo biológico, ya sea usándola como alimento, como territorio de caza, o como refugio ante depredadores o inclemencias meteorológicas, como lugar de cría, etc...

A veces pensamos en la madera muerta como un recurso homogéneo, nada más lejos de la realidad.

Dentro de la madera muerta existen multitud de nichos diferenciados, que son ocupados por diferentes comunidades de organismos saproxílicos, en una distribución tanto espacial como secuencial.

En primer lugar tendríamos que hablar de una distribución espacial de estas comunidades, teniendo en cuenta una estructuración vertical de las mismas. Así, la parte más elevada de la madera es ocupada por comunidades que toleran una amplia oscilación térmica, al incidir directamente los rayos solares sobre esta zona, y una humedad relativa generalmente baja. En la zona intermedia estas oscilaciones térmicas son menores y la humedad aumenta ligeramente, permitiendo que aquí se instalen comunidades con una valencia ecológica más estrecha, que no podrían colonizar las zonas más elevadas. En la zona inferior, en contacto con el suelo del bosque, las condiciones son mucho más benévolas, la estabilidad térmica es mayor y la humedad se mantiene alta, permitiendo que muchos otros organismos se instalen aquí.

Otra diferenciación tiene que ver con la especie de la que provenga la madera, especialmente en las comunidades de colonizadores primarios, pues éstos suelen mostrar clara preferencia por una especie o un grupo de especies concreto. Hay que hacer especial diferencia entre la madera de frondosas y la de resinosas, ésto es debido a que la composición química de las células de hemicelulosa en unas y otras difiere bastante, siendo ésta especialmente difícil de digerir, los organismos tienden a especializarse en una madera u otra.

La composición de las comunidades de saproxílicos depende también del estado o la fase de descomposición en la que se encuentra la madera, produciéndose además una sucesión de comunidades a medida que ésta se va degradando, en primer lugar, los colonizadores primarios, provistos de fuertes mandíbulas y poderosas enzimas digestivas, horadan la madera y permiten que otros organismos, como hongos y bacterias, accedan al interior de la misma, contribuyendo a preparar el terreno para otros seres que, bien por limitaciones físicas o químicas (incapacidad para horadar, deficientes dotaciones enzimáticas, etc.) necesitan de estos colonizadores primarios para poder alimentarse de esta madera, o bien se alimentan de estos pioneros, o de sus restos biológicos.

A medida que la madera avanza en el estado de degradación, otros insectos que no presentan las capacidades adaptativas de los colonizadores, pueden acceder también a este recurso, en ocasiones de forma más efectiva que los primeros, desplazándolos por consiguiente del mismo. Cabe señalar que los organismos que viven en madera en una fase más avanzada de putrefacción, son normalmente más generalistas que los colonizadores primarios, siendo aquí menos importante la especie de la que provenga la madera, encontrando más homogéneas las comunidades de saproxílicos en estas fases, independientemente del árbol de que se trate.

Otra distinción importante a la hora de definir las comunidades de saproxilófagos que pueden ocupar la madera en descomposición, está en si se trata de una pudrición parda o una pudrición blanca. La diferencia fundamental entre ambas es la presencia de lignina, otra molécula extremadamente compleja de digerir, que en la pudrición parda se encuentra presente, mientras que en el otro tipo, por efecto de las enzimas del micelio de los hongos, que es el que le da la coloración blanca, se degrada, permitiendo que otros organismos puedan alimentarse de ella.

Además de estos factores hay otros muchos nichos en la madera muerta, existen organismos saproxílicos que se encuentran en las grietas, otros son cortícolas, otros viven en la interface de la corteza con el cambium, los hay que se especializan en el xilema o el floema, y otros viven en el suelo del bosque, en la zona de contacto con la madera en descomposición. La madera muerta, lejos de ser un recurso homogéneo, es un complejo ecosistema con multitud de nichos, que ofrecen condiciones diferentes para diversas comunidades bióticas.

El reciclaje de nutrientes, clave en el ecosistema

El reciclaje de nutrientes juega un papel fundamental en el ciclo del carbono, y por tanto influye de una forma clave, en la productividad de un ecosistema.

Sabemos que el suelo es un organismo vivo, en el que la energía contenida en la materia muerta, tanto de origen animal como vegetal, es devuelta al sistema gracias al papel de los macro y microdescomponedores, siendo esto fundamental para que el sistema siga funcionando. Si el suelo fuera inerte y este reciclaje de nutrientes no se llevara a cabo, el sistema colapsaría en poco tiempo.

En un bosque, las hojas muertas y las partes blandas de la materia vegetal, enseguida se descomponen y sus nutrientes se reciclan, pero los contenidos en los cuerpos leñosos no se reintegran en el sistema de forma tan rápida, ni tan sencilla. La madera actúa como un sumidero de carbono y éste queda secuestrado en su estructura. Para que estos nutrientes se reintegren al ciclo resulta imprescindible la colaboración de los macrodescomponedores conocidos como saproxílicos.

Teniendo en cuenta que dentro del volumen de biomasa de un ecosistema forestal, alrededor de un 30% es leño, resulta fácil hacerse una idea de la importancia de estos seres en el ciclo de la energía de estos ecosistemas.

El camino que toman los nutrientes contenidos en la madera muerta es además, durante su reciclaje, muy diferente, pues parte de ellos quedan retenidos en forma de biomasa en el organismo de los animales que se alimentan de ella, tanto de forma directa como indirecta, poniendo éstos a disposición de los siguientes niveles tróficos.

Resulta relativamente sencillo, hacer un ejercicio de imaginación, visualizando la inmensa escala de un bosque y el elevado porcentaje de madera que encontramos en él, e imaginar el enorme empobrecimiento que supone retirar este importante recurso nutricio de las redes tróficas del ecosistema, por una inadecuada gestión forestal.

Un dato que resulta curioso, además de muy relevante, es que la madera es un recurso pobre en nitrógeno, un elemento esencial, lo que de por si limita su uso como alimento por parte de muchos organismos, sin embargo, se ha comprobado que el contenido en nitrógeno de la madera en un avanzado estado de descomposición, puede ser bastante más elevado que en la madera original, esto es debido a que en la flora intestinal de muchos saproxílicos hay bacterias capaces de fijar el nitrógeno atmosférico. Como sabemos que este elemento es un nutriente esencial, y muchas veces limitante, para el desarrollo de las plantas, esto supone que los organismos saproxilófagos, además de poner a disposición de los siguientes niveles tróficos una gran cantidad de biomasa extraída de la madera, están aumentando la fertilidad del suelo del bosque por encima de los esperado, ésto supone un aprovechamiento enormemente eficiente del recurso.

 

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